Pequeño recetario para luchar contra la constante macabra sin parecer un docente líquido

6 Oct

Hace unos meses escribía en este blog «La constante macabra o el síndrome del profesor duro» que hablaba de un problema desgraciadamente muy común en nuestras aulas de ayer y de hoy, el del profesor o profesora hueso, fenómeno tipificado por André Antibi en su libro homónimo, «la constante macabra», en cuya solapa leemos:

Imaginemos a un profesor excelente que da clase a estudiantes excelentes. A pesar de ello, si toda la clase saca notas buenas, ese profesor es señalado con el dedo, considerado como poco serio. Debido a la presión de la sociedad, colegas, incluso a veces de los propios alumnos, algunos docentes, para resultar creíbles, se sienten obligados a poner un cierto porcentaje, que suele ser constante, de malas notas, una constante macabra. Este es el llamativo hecho que el profesor André Antibi analiza con detalle y denuncia en este libro

Pues bien, la entrada tuvo tanto éxito (una media de 700 visitas diarias en su primera semana de publicación), fueron tantos los comentarios (no tanto en el blog cómo en redes sociales), fueron tantas las menciones, favoritos y retuiteos del post, evidenciando la preocupación que el tema provoca en alumnado, familias, profesorado y sociedad en general, que me prometí escribir un pequeño recetario para que todo docente afectado por el síndrome del profesor duro pueda luchar contra la constante macabra sin parecer un docente líquido (entiéndase «líquido» como lo contrario a «duro» y un guiño a Zigmunt Bauman).

O en otras palabras, cómo hacer para que la mayoría de mis alumnos trabajen y aprendan, aprobando de paso, sin que parezca que les regalo la nota.

Desde la modestia más absoluta, voy a atreverme a daros seis recetas que aplico en mis clases desde hace varios años y que me han permitido mejorar mi cuota de aprobados sin renunciar a la exigencia que todo buen docente debe mantener en su alumnado para conseguir un correcto aprendizaje.

  1. Programando por criterios de evaluación. En lugar de por contenidos. No es lo mismo hacer que nuestros alumnos de tecnología memoricen las partes, el funcionamiento y los principales logros de la robótica explicados por nosotros y leídos en el libro de texto que diseñar y construir un robot o sistema automático y desarrollar un programa informático que lo controle. No es lo mismo memorizar los géneros vocales e instrumentales de la historia de la música que participar en la interpretación e improvisación de piezas vocales, instrumentales o coreográficas, adecuando la propia interpretación a la del conjunto y asumiendo distintos roles. No es lo mismo resolver 100 problemas abstractos de cálculo de probabilidades que aplicar los conceptos y técnicas de cálculo de probabilidades para resolver diferentes situaciones y problemas de la vida cotidiana. No es lo mismo aprenderse de memoria las reglas sintácticas, gramaticales y ortográfias de la lengua castellana que Realizar narraciones orales o escritas claras y bien estructuradas de experiencias vividas, a partir de un guión preparado previamente y con la ayuda medios audiovisuales y de las tecnologías de la información y la comunicación. No es lo mismo aprenderse de memoria las leyes físicas que rigen en el universo que Aplicar el concepto de presión hidrostática a distintas situaciones reales y sencillas. Todos los enunciados en cursiva están extraídos del Currículo de Secundaria o de Bachillerato donde se establecen los objetivos, contenidos y criterios de evaluación de cada asignatura o materia.
  2. Trabajando por competencias. Desde la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner sabemos que no hay un solo tipo de inteligencia, como se creía hasta ahora, cuya «cantidad» se mide por el coeficiente intelectual, sino ocho, (la musical, la corporal-cinestésica, la interpersonal, la lingüístico-verbal, la lógico-matemática, la naturalista, la intrapersonal y la visual-espacial). Mientras nuestro sistema educativo se adapta a esta teoría, acabando con las asignaturas para trabajar por proyectos en los que los alumnos hagan uso de todas y cada una de estas inteligencias (tal y como se proponen hacer los colegios jesuitas en la ciudad de Barcelona) debemos agarrarnos a las competencias básicas, que es la parte del currículo donde asoman tímidamente las inteligencias múltiples. Se definen como la forma en que una persona utiliza sus recursos personales para resolver de forma adecuada una tarea en un contexto adecuado. La Lomce tipifica siete. Puedes encontrar un montón de excelentes pistas sobre como trabajar por competencias en esta presentación de Carmen González.
  3. Diversificar los instrumentos de evaluación. Si te limitas a testar el grado de conocimiento de tu alumnado sobre tu materia a través de exámenes escritos cada equis tiempo, para saber lo que tus alumnos han aprendido sobre lo que tú les ha enseñado, es muy probable que traten de engañarte con chuletas o copieteos (no os podéis imaginar la cantidad de quejas que, como parte del equipo directivo me formulan últimamente mis compañeros, por el uso del móvil como herramienta de ayuda al típico examen escrito), que olviden lo aprendido antes de que el curso acabe o que gran parte de los examinandos suspendan. Diversifica los objetos de evaluación y la forma en que los evalúas. Trabajos escritos, debates, presentaciones orales, observación directa, artefactos digitales. ¿Has probado a evaluar por rubricas?
  4. Introducir decididamente las TIC en el aula. Por ejemplo sustituyendo el libro de texto por un site y/o el cuaderno del alumno por blogs, utilizando una plataforma digital educativa (Moodle, Edmodo, etc) para comunicarte con ellos y ellos contigo, introduciendo las RRSS (Facebook, Twitter, Pinterest, Instagram, Vine, etc) para compartir, comunicar y crear propuestas didácticas que trasciendan el espacio físico del aula, creando artefactos digitales (podcast, cortos, vídeos, narraciones digitales, que puedan difundirse a través de las RRSS de los alumnos o del profesorado o del centro, lo cual empodera a nuestro alumnado y le convierte en creador de su propio conocimiento.
  5. Utilizando metodologías activas. Te remito a mi penúltima entrada Qué es eso de las metodologías activas.
  6. Participando en algún proyecto colaborativo. Si no has trabajado nunca con otros compañeros dentro o fuera de tu centro te recomiendo liarte la manta a la cabeza y lanzarte a colaborar en alguno de los maravillosos proyectos colaborativos, relacionado o no con tu materia, que actualmente se ofertan a través de las redes, y que te servirán para aprender de maestros innovadores, conocer algunos de los aspectos señalados en los anteriores cinco puntos (competencias, TIC, metodologías activas, rúbricas de evaluación, etc) y motivar a tus alumnos, como por ejemplo: Maderas que son violines, La historia es puro teatro, Toma la palabra, El sonido que habito, Kuentalibros.y cientos más que encontrarás en este listado.

Para todo lo demás, como dijo Unamuno, amor y pedagogía. Suerte

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